ORACIÓN PARA EL 50 ANIVERSARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD Y ESPERANZA 


Dios te salve, María, Señora de la Soledad y Esperanza. Así te llamamos desde que, hace ahora cincuenta años, por iniciativa de una señora de nuestro pueblo, ¡que bendita sea su alma!, quisiste venir a estar con nosotros y para nosotros; con nosotros Señora de la Soledad, para nosotros, Madre de la Esperanza.

Cincuenta años: casi una vida para algunos, y para otros más de una vida, velando por todos, protegiéndonos y dándonos la mejor de las compañías.

Hoy, al pasar ante Ti, me ha parecido que tu figura se realza de forma especial; que tus mejillas son como pétalos de rosa acariciados por gotas de rocío. ¡Qué guapa estas, Madre mía!. Al mirarte creo haber visto en tu semblante más pronunciada tu ternura de Madre, que de tus ojos brotan las lágrimas con más dulzura, como perlas adornando tu rostro serenamente acongojado, como estrellas que brillan en las negras noches de nuestra vida.

Durante estos cincuenta años, ¡cuantas veces hemos llamado a las puertas de tu corazón maternal buscando consuelo, solicitando tu ayuda, anhelando tu aliento, implorando tu cariño! ¡Cuantas veces te hemos rezado! ¡Cuantas veces te hemos cantado!

Cincuenta años compartiendo, con tu Soledad nuestras penas y tribulaciones, y con tu Esperanza, nuestras esperanzas y nuestras alegrías.

¡Cuantos miles de cirios se han ido consumiendo año tras año ante Tí como ofrenda, llorando lentamente su luz de fuego!

¡Cuantas decenas de miles de flores que a tus pies han gastado su belleza y su perfume!

¡Cuantas reuniones teniéndote a TI como tema central, alimentando ilusiones, desarrollando proyectos, creando amistades, sintiéndonos unidos en tu alabanza!

¡Cuántos Sábados Santos hemos pasado junto a Ti, a tu alrededor, yendo y viniendo, preparando tu Paso, adornando tu trono, inquietos, preocupados a veces, pero siempre con entusiasmo y con la ilusión puesta en la tarde !

Luego te hemos visto aparecer esplendorosa a la luz mortecina del crepúsculo, acariciada por la suave brisa de un atardecer de primavera, siendo destino de todas las miradas.

¡Cuantas veces te hemos paseado por nuestras calles, arrancando piropos, promoviendo oraciones, provocando lágrimas en los ojos, que emocionados, te han visto pasar con majestad de Reina!

Todos estos recuerdos los simbolizamos en esas 50 rosas que hemos depositado a tus pies; cada rosa es una oración, y cada oración un beso. Es nuestro sentido homenaje de acción de gracias por estar entre nosotros.

Dígnate a aceptarlo con benevolencia y escucha nuestra plegaria:

Haznos sentir tu cercanía que nos conforta, el calor de tu presencia, la penetrante dulzura de tu mirada.

De tu mano, llévanos al Hijo que resucitó del sepulcro en el que desolada lo dejaste. Que en Él nos sintamos unidos, haciendo vida en nosotros su mandato de amor fraterno.

Infúndenos ilusión por conocer su palabra, para hacerla Vida en nuestras vidas, teniendo muy en cuenta el único consejo que nos diste : " Haced lo que Él os diga ".

Que seamos uno en Ti como Tú lo eres en el Señor.

Que tu soledad nos mueva al arrepentimiento por nuestras faltas, y tu esperanza avive nuestra fe.

Ayúdanos a perdonar con generosidad, y a pedir perdón con valentía y humildad.

Y cuando llegue la tribulación y el dolor, enséñanos a sufrir a tu estilo, a llorar aceptando, a aceptar sonriendo y a sonreír en la esperanza.

Bendice a tu Hermano Mayor, al que ahora lo es, y a los que, a lo largo de estos 50 años lo han sido; y con él a su Junta de Gobierno, y a todos los que de cualquier forma colaboran con él en el desarrollo de su responsabilidad.

Bendícenos también a tus costaleros; nosotros somos los que tenemos la suerte y el privilegio de acercarte a tu pueblo, sintiendo la caricia de tu peso, paseándote como a su Reina, meciendo tu dolor de soledad y bailando tu esperanza. Haz que nuestro comportamiento como cristianos, esté en consonancia con el privilegiado puesto que ocupamos en tu servicio.

Dirige tu mirada sobre tus damas de honor, las mujeres de mantilla que te preceden cada año, como destellos de tu elegancia. Haz que, si fueron las primeras en acompañarte en tu Procesión, lo sean también ahora en tenerte como modelo de mujer, madre, hija y esposa.

Cobija bajo tu manto a tu Banda, que ha ido dejando tras de Ti lo mejor de su arte, ofreciéndote todo el esfuerzo y sacrificio que conlleva su buen hacer.

Bendice con cariño a Cristino, que dejándose llevar por su devoción a Ti, desde su adolescencia arraigada en su alma, sabe poner todo su esmero en el arte que recibió de tus manos, para realzar tu belleza y encanto.

Bendice y ten muy dentro de tu corazón a mi Padre, quien más te ha querido, más te ha rezado, más te ha alabado. Y a todos los que como él, han trabajado por que tu Nombre sea signo de admiración y destino de la devoción y amor de nuestro pueblo. Mantedles siempre firme en la Fe de tu Hijo. Que no decaigan nunca en su amor y entrega a Ti, que sientan siempre tu protección y que sus vidas se vean inundadas por la alegría de tu esperanza.

Derrama tus gracias sobre nuestra Cofradía hermana del Cristo del Calvario, que durante tantos años te tuvo como Madre; refuerza los lazos de hermandad que nos unen y fomenta el amor entre nosotros.

Que tu bendición se extienda también sobre todas las Cofradías de nuestro pueblo; que su proceder sea siempre conforme a los deseos de Cristo en la Ultima Cena: “Padre, que todos sean uno”.

Conforta y fortalece a nuestros sacerdotes : a D. Antonio Prieto, tu Hermano Mayor Honorario, que tuvo el honor de bendecir tu Sagrada Imagen; a nuestro párroco D. Joaquín, que ha ido gastando gran parte de su vida al servicio del rebaño que le fue confiado. Que tu bendición supla las fuerzas que, por el paso inexorable de los años han ido perdiendo; y con ellos bendice también a nuestro diácono Matías que hoy nos acompaña en nuestra celebración: que su próxima incorporación al Sacerdocio sea abundante en la gracia del Señor y fructífera para la Iglesia Santa de Cristo.

Extiende tus caricias de madre sobre nuestros niños, los que ya visten tu túnica o sueñan con hacerlo; ellos serán tus hermanos y caminarán por tus sendas si nosotros les enseñamos a amarte.

Y a todos nosotros, permítenos acercarnos a beber de la fuente inagotable de tus lágrimas, para que al saborear tu Soledad, saciemos nuestra sed de esperanza.

Y allá en tu Cielo, ten muy cerca de Ti a cuantos de nuestra Cofradía ya han cruzado los umbrales de la eternidad: a los que fueron tu Hermano Mayor, Rafael Amores, Antonio Jiménez, José María Gómez, Juan Poyato y Francisco Cubero.

A Pepita Campos, de cuya mano quisiste llegar a nuestro pueblo. A nuestra querida Doña María, digna señora para nosotros y para Ti devota hija y fiel servidora.

A Juan Alguacil, nuestro bien recordado “Juanito el Carpintero”, tu primer trabajador que a Ti dedicó tantas horas de su vida en desinteresada entrega.

Y con ellos, a todos los difuntos de nuestro pueblo; que junto a Ti hayan alcanzado la paz y la felicidad eternas.

Reparte entre nosotros tus lágrimas, que fecunden nuestras vidas, que hagan nacer frutos abundantes de resurrección, y que un día, al final de nuestro caminar aquí en la Tierra, cuando seamos llamados por el Padre a la Vida definitiva, esas lágrimas sean la llave que abra las puertas de tu morada celestial, para allí fundirnos en un eterno abrazo contigo y con Jesús, fruto bendito de tu vientre.



AMEN

Francisco Antonio Amores Poyato